domingo, 12 de septiembre de 2010

LA CORRESPONDENCIA DE LAURA


He aquí una selección de los emails que le escribieron a Laura algunos de los que leyeron el libro: Laura, me diste permiso...


Laura? Mmmh...vos no me conoces...Pero...

alguien se enamoró de ti hasta los tuétanos, o, mejor dicho, de tu voz en tu programa radiofónico. Alguien te busca por calles porteñas, por piscinas azules y norias oxidadas. Ya estuviste en los sueños de su mejor amigo. Ya os visteis en una azotea sevillana. Pero ahora te busca y tú prefieres que no vaya. Alguien se está recuperando de su amnesia profunda, salva sirenas, recita versos de Raúl Gómez Jattín, tiene tú número, es lo único que tiene...

Ahora mismo, son la 1.31. Yo estoy en mi habitación y estoy escribiendo a un personaje literario. No sólo le escribo si no que desenmascaro el amor loco de otro personaje que desde el principio me cayó bien. Intenté evitarlo pero ella tenía que saberlo, para mi era necesario. No se lo qué pasará después.

Vamos.
Cristina Gómez (crisgabia@hotmail.com)


Hola, Cristina...
Soy Laura. Ya sabía que había alguien enamorado de mí desde lo del programa de radio. Conocí en Sevilla al narrador de la historia que vos leíste, creo incluso que fuimos amigos, pero desde el principio fui clara, y le conté mi vida, y supo que lo nuestro no era posible. Luego él quiso escribir una novela con todo lo que no fue. Te podés imaginar que no me gusta que haya dado mi email para que yo siga contando esta historia. Es él quien quería contarla, y no yo. Lo que sucede es que han pasado muchas cosas en mi vida desde el punto final. El narrador al que vos acompañaste por Buenos Aires no tocó el timbre de mi puerta ni una sola vez. Ni siquiera sé si sigue en Buenos Aires... En fin, tampoco me importa.
No me importa porque la noche que aquel tipo amnésico marcó mi teléfono lo cambió todo. Al principio desconfiaba. Hablaba muy bizarro el tipo, e insistía en que nos veamos. Parecía nervioso. No sé, me dio miedo, pero cuando me dijo que había encontrado el libro de Jattín que él me había regalado, tuve que aceptar.
Le indiqué qué colectivo había que tomar para San Telmo, el barrio donde vivo (¿conocés Buenos Aires?). Obviamente no le di la dirección de mi casa: quedamos en vernos en el boliche donde suelo tomar cerveza roja, entre Estados Unidos y Brasil, detrás de plaza Dorrego. Es el único que queda abierto a esas horas. Me vestí (creo que me pinté los labios) y salí de nuevo a la calle. Creo que casi la mitad de los pasos que di fueron a la carrera...
Perdoname, Cristina, ahora tengo que dejarte (por algo que tiene que ver con esta historia, acaban de llamarme por teléfono y tengo que salir).
Prometo escribirte apenas pueda.
Un beso!
Laura.

Sabés? creo que sé algo más de tu historia, el narrador me contó cómo fué el día que te regaló el libro de Jattín. Fué el olor a mate de aquel café lo que le hizo recordar. Empezó, sin que yo pudiera pararle, a describir casi sin comas ni respiros aquel día asfixiante en que compartisteis por primera vez al colombiano. Intuí que él si que había tocado el timbre de tu puerta. Aunque no me atreví a preguntárselo.
Yo también tengo que irme Laura
Besos!
Cristina Gómez (crisgabia@hotmail.com)



Hola, Cristina:
¿de verdad conocés al narrador de la historia? ¿o al hombre que no tomó el carril de la derecha la mañana del 11 de septiembre de 2001?
Cuando lo conociste, ¿cómo pudiste pensar que llegó a tocar mi puerta?
¿Quién sos?
Tal vez podrías ayudarme a descubrir lo que no logro explicarme: qué hacía el libro que yo le dediqué en el suelo de un taxi en Bogotá.
Si sabés algo más de esta historia, escribime.
Beso.
Laura.

Laura? recuerdas el argentino de voz rota del encuentro de cuentacuentos? La historia de los personajes literarios que se reunían cada noche? Hace algún tiempo yo también acabé, por casualidad, formando parte de una novela. Tuve una curiosa enfermedad cutánea. Creo que se llamaba pitiriasis rosada y llegaba con la primavera. Una mancha madre y muy rosa que iba repartiendo sus pequeñas crias rositas, ásperas, apenas inflamadas por todo mi cuerpo. Salía una vez en la vida, dos como mucho. Conmigo estaba a gusto, y se quedó tres primaveras. Mientras, en verano, otoño, invierno... un año, dos, tres... alguien muy cercano buscaba enfermedades raras para la protagonista de una novela que acababa de salir de una nevera. Así, yo acabé dentro de aquella historia y poco a poco me fui abriendo camino en el mundo de los personajes de ficción. Ahora ha pasado el tiempo, y cada vez, por desgracia, estoy más en el mundo real y menos en el novelesco pero aún conservo grandes amigos de aquella época. Es por eso que compartí mate y café con el que yo creía narrador de tu historia, aunque lo recuerdo vagamente y bien podría ser el hombre que tomó el carril de la derecha la mañana del 11 de septiembre del 2001. Ambos están locos por ti, Laura y eso es lo que me hace confundirlos. Pero eso no importa ahora, a ti lo que te vuelve loca es descubrir cómo acabó el libro de Jattín en el taxi. La respuesta sería muy sencilla si consiguiéramos hablar con aquel taxista colombiano y, como las dos sabemos, ese taxista es ahora también, por casualidad, un personaje literario. Me encanta, es mi vuelta al mundo de los sueños, al mundo de los niños invisibles, de las posadas mágicas junto al mar, de los pájaros que dan cuerda al mundo... Encontraré al taxista, a ver si sabe algo...
Cristina Gómez (crisgabia@hotmail.com)

Hola, Cristina:
perdoname por la demora en responderte, pero tengo demasiado laburo y no tengo tiempo para casi nada. Te agradezco lo que estás haciendo por mí. Sí, tenés razón, quizás si encontramos al taxista donde el desertor encontró el libro podamos al menos encontrar el filo de la madeja... Pero cómo hacer, no es fácil. El tipo que trajo el libro consigo, que llamó a mi teléfono sólo espera de mí que le devuelva su memoria, y no sabe que el libro que encontró en el taxi segundos antes del accidente es crucial para mí. Lleva un tiempo instalado en mi departamento, y su amnesia es desesperante. Sólo a veces recuerda algo: qué sé yo, nombres de calles, cosas que vivió... nunca nada que termine de devolverle lo que fue. Yo voy a la radio por la noche, y regreso tarde. Siempre deja empanadas o pizza en la mesa, para cuando llego. Él siempre duerme en el sofá, y casi nunca de despierta cuando entro. Creo que piensa que alguna vez tuvimos algo que ver, y no es fácil convencerlo de lo contrario. No sé qué hacer, porque sé que ambos nos necesitamos y porque me da pena. A veces pienso que quizás tendría que escribirle un email al narrador, o leer la novela que vos leíste, para saber, aunque sea de su boca, lo que fue de la vida del tipo que tengo en casa. Por cierto, sí, es el narrador argentino con la voz rota. Una coincidencia espeluznante. Algún día te contaré cómo fue nuestro encuentro en el boliche de la calle Brasil con Estados Unidos.
Me gustaría que me contaras vos, ¿cómo fuiste a parar a aquella novela?
Ahora te dejo.
Un abrazo grande.
Buenas noches, Cristina.
Laura.


¿Cristina? ¿Te llegó mi email?
Laura


si, si laura, me llegó

pero necesito un tiempo para saber cómo encontrar al taxista. Pienso en la novela, en el narrador, en el amnésico que duerme en tu sofá...Pienso en la vida, que da vueltas como la noria del desierto. En cómo acabé en esas 2 horas y 58 minutos, en cómo serán mis próximas 2 horas, tus próximos 58 minutos, en Jattin... Busco una pista. Cuando te introduces hasta los tuétanos en una novela las cosas nunca vuelven a ser como antes. La ves en cada esquina que cruzas, en los ojos que te miran (y en los que no, porque no), en las calles por las que paseas... Seguiré buscando. Algo me desvelará algún día los secretos como algo tan simple como un sms y un café me metió un día de lluvia y nubes negras en esa historia que cambió tu vida. Tú también mantente atenta a las señales, seguro que las hay.

Un beso Laura, me voy de puente. La ciudad donde ahora vivo se va a la pradera y yo me voy de ella.

Te voy contando...


Lévatelo al mar, Laura, al amnésico.
A recordar. Y a abrir los ojos bajo el agua. Todos tenemos historias que saben a sal, a arena en la piel al despertar. Que lo huela, lo sienta, lo saboree. Yo ahora estoy en el mar, y llueve, pero este mar me está volviendo cada vez más loca. Pasad una noche allí, o dos, o las que hagan falta. Lleva pizza, o empanada. Que se sienta como en tu casa. Vino, para seguir despertando el alma. Y sal, mucha sal, que siempre se agradece. Haz que se siente, y lo mire, fijamente. Que el mar lo mire a él, inmenso, hipnótico. Que lo sienta, lo huela, lo saboree. Los recuerdos irán viniendo, y tú iras sabiendo, poco a poco…
Si no recuerda hay otra opción, y es que, tal vez, no quiera recordar. Que quiera construirse su mundo, desde tu sofá, desde tu barrio, tu ciudad. O puede que quiera ser tu novio amnésico, o hacer que recuerda que algún día tuvisteis algo. Tal vez él no encontró el libro en el taxi, si no que lo encontró antes y te pensó en Colombia, y te buscó con el libro bajo el brazo. Tal vez eso era lo único que tenía de ti. Tal vez eso era lo único que tenía. O tal vez el taxista colombiano era el narrador, o el hombre que tomó el carril de la derecha el 11 de septiembre y le regaló el libro, en un acto desesperado por olvidarse de ti definitivamente. Tal vez era tan simple como que el libro tenía que volver a tus manos, y el amnésico fue un mero mensajero. Tal vez, Laura, no sé. Prueba con el mar, que nunca falla, y si no ya veremos.
Y a pasarlo bien, que es lo que importa
Cris

Tal vez tenés razón, Cristina...
El mar...
Acá en Buenos Aires el mar es un sucio enigma, un horizonte intocable que rodea y salva la ciudad.
Tal vez lo mejor sería emprender un viaje hacia el mar de verdad, no hacia los ríos con aires de grandeza como el que baña Buenos Aires.
Creo que nos iremos a Mar del Plata. Ahora empieza el otoño, y llueve, y el océano Atlántico está frío, y todo tiene aire de fin de fiesta.
Ya te contaré.
Un abrazo.
Laura.


Laura, tengo algo que contarte.
Es muy importante que no haya nadie contigo cuando leas este mail, no se lo qué puede pasar en un futuro.
Acabo de llegar a mi casa de viaje. Estuve en bilbao, la conoces? Norte peninsular. Yo nací allí. Siempre me han gustado los extremos. De ser algo sería norteña o sureña, nunca del centro. El centro para vivir, pero no para nacer, demasiado aburrido. Hoy dejé bilbao y su luna llena y llegué a madrid, menos verde pero con mejores lunas. La de hoy me ha acompañado hasta mi casa y allí es cuando todo ha empezado a volverse extraño. Mi casa está en cuarentena. Desde ayer. Cintas en las puertas y hombres de blanco y mascarillas. Confusión y gritos. He conseguido que me dejen entrar. Ni rastro de mis compañeros de piso pero aparentemente todo estaba igual. Sólo una nota “ Hay que pagar la luz que nos la cortan. Y por cierto, vino Carmen Maura a ver el balcón, le encantó. Buen finde. Besillos para todos”. Intuyo que nadie sabe nada de lo qué está pasando. Consigo que un hombre de blanco me explique algo. Parece que buscan a una anciana tuerta guatemalteca. Se la vio por última vez entre gatos callejeros, todos tuertos. Nosotros tuvimos un gato en acogida, xuxo. Se lo llevaron para adoptarlo pero lo tuvieron que sacrificar, nunca supimos porqué. Xuxo era estrávico, no sé si tendrá algo que ver.
No sé Laura, tengo un extraño presentimiento. Desde que te escribí el primer mail sentí que alguien seguía mis pasos.
Tengo miedo, la luna me mira de un modo muy extraño.
Un beso, intentaré seguir contándote...

Ah, y otra cosa. Puede ser importante. Encontré en mi casa un mensaje. Estaba escrito en un espejo, con pintalabios rojo. Ponía "Ay vida mía, mi buena compañía". Misterioso. Muy misterioso...
crisgabia@hotmail.com

Hola, Cristina:
recién hoy llegué de Mar del Plata.
Leí tu mail. Por la noche fui al programa de radio.
Cuando llegué a casa encontré un aviso de correos.
Mañana tengo que ir a retirar un paquete.
No sé de quién es.
Beso!!
Laura.

Paul Viejo
escribió:
Hola, no sé si existe realmente un 'resto de la historia'. Y me intriga.
Pero te escribo para decirte que hoy aparece una reseña de estas dos horas en el diario Público.
Te deseo lo mejor.
Seguimos hablado,
P.

PD: Por dios, ¿qué estoy haciendo? ¿a quién escribo?


Hola, Paul:
Soy Laura. Sí existe realmente el resto de la historia, porque el tipo que me llamó de madrugada y yo terminámos encontrándonos. Ahora está en mi casa. Acabo de regresar de Mar del Plata. Ni él recuperó la memoria, ni yo sé qué hacía el libro en el suelo de aquel taxi. Hay una tipa llamada Cristina que después de leerse la novela me está ayudando a buscar al taxista de Bogotá. Hace tiempo que no me escribe.
Si querés te sigo contando.
Un saludo.
Laura.

Hola Laura,
por supuesto que querría que me siguieras contando.
Es más, dime si puedo ayudar de alguna manera a esa tal Cristina en vuestra búsqueda.
P.

Hola, Paul:
sólo quería preguntarte algo que me puse a pensar el otro día.
¿Cómo tenías el email que me mandó el narrador antes de que llegue a Baires?
Saludo.
Laura.
P.D. Creo que al autor de la novela le gustó bastante la reseña que publicaste en público.

Estimada Laura,
no sabría responderte bien a tu pregunta, dado que es mi secretaria quien me "filtra" el correo que me pude interesar. Pero después yo no hago más preguntas.
Lo que sí he hecho es volver esa novela que llega hasta ti y comprobar que, si vas colocando todas las localizaciones en Google Maps, se traza un dibujo curioso. No se si eso será una pista, pero creo que ahora estoy más cerca de "algo".
Un saludo afectuoso,
Paul

PD: Ojalá estuviera en mi mano hacer algo más por el autor. Nunca se sabe. ¿Por cierto, sabes tú si frecuenta la Feria del Libro de Madrid? Creo que vive allí, ¿o estoy equivocado?

Hola, Paul:
le conté al narrador lo que vos me escribiste. No estuvo en la Feria del Libro de Baires, y por lo que me contó hace un par de días (fue una noche telefónica de “lastima bandoneón mi corazón, tu ronca maldición maleva, tu lágrima de ron me lleva hasta el hondo bajofondo donde el barro se subleva” en la que estuvimos aclarando algunas cosas) tampoco estuvo en la de Madrid, y cuando me lo dijo noté en su voz cierta bronca, no sé si ahora que escribió un libro empieza a hacerse el cancherito: sonaba a “no me puedo creer que el editor no me diga que vaya a firmar libros a la feria”... Aunque capaz que sea cosa mía.
Por mi parte, bastante tengo ya con este tipo en mi casa, amnésico y bizarro, tratando de dar con alguna pista que me lleve al taxista de Bogotá donde el otro tipo perdió el libro...
En fin, creo que cuando se decidan a distribuirla en Argentina me la compraré (¿te podés creer que el autor no tuvo el detalle de mandármela?), para ver que es lo que escribió de mí, teniendo en cuenta que entre él y yo no pasó absolutamente nada... Nos conocimos en una fiesta, pero resulta que el tipo se quedó colgado porque decía que escuchaba mi programa de radio... En fin...
Un saludo, Paul!
Laura

Por el contrario, contrario a qué, yo sí sé a quién le escribo.
Detrás de esta dirección de correo que he encontrado en la última página de un libro, una última página que también es contraria a sí misma, yo sé quién está. Acechando, quizá, pero no malhumorado, sino con una pulsación cardiaca apetecible, de pijama y página, de letra.
No sé quién es Laura, pero lo sé. Porque para mí Laura (¿eres tú, estás ahí, me lees, te relames los labios, te aburres?) es cualquier mujer de la que un amigo mío titiritero ha estado enamorado. Para mí Laura es esa chica que besó en los labios a otra chica desde el otro lado de la barra de un bar sevillano, nocturnísimo, lleno de instrumentos, y empinó sus talones para llegar a la boca de la camarera, y salió del antro dejando un humor a milnovecientosveinte. Para mí Laura es ese talón empinado, esos tobillos que se estiran, a lo mejor a punto de romperse y a lo mejor ya rotos. Es ella y es tantas otras, la de las canciones al otro lado del teléfono, la de las caricias debajo de la sábana cuando las sábanas estaban prohibidas, la de la frialdad alemana, la de la nuca francesa, la loca de Buenos Aires, Laura, quien seas, una mujer doliente que sirve para masturbarse y para llorar.
Y ella no es lo importante, en el fondo. Poco caso se le hace a su vientre orgásmico seco desgarrado pueril rojo cereza.
Porque él, el que se subdivide, el que pierde la memoria y el que la encuentra, el que se escapa y el que se desvanece, el que no se enteró de que estaba muerto y el que debería estarlo, él es alguien a quien yo no conozco porque lo conozco, y entre tantos países y tantas carreteras que no habité nunca, y entre tanta mugre y tanta pulserita rota, disparo uno disparo dos disparo beso, yo he visto todo el tiempo, o he querido ver porque la memoria es el alimento que nos queda, he visto a ese ser que nos inventamos hace mucho, por las calles de una única ciudad aunque mi amigo el tiriritero se fuera constantemente a otro continente, por las calles de allí abajo, esa persona que quisimos, esa persona que fuimos, esa razón que nos ha hecho ser lo que somos, el sueño, la música, la nostalgia de risa, el estar heridos, el superhéroe, el puerco adolescente que bebía a gritos para ser mayor, el que quería escribir, el que escribía, el que cantaba, el que silbaba, el que follaba como si nunca más unas piernas fueran a robar la noche, el cine, las ventanas, los ojos sin sus órbitas, la guerra prometida, quizá luego la muerte de varias de esas cosas, pero no sé, yo nos he visto, he visto a ese personaje que todos fuimos, que un poco somos, los que no habíamos nacido todavía, y ahora resucitamos con parches de recuerdos y de monedas viejas, he visto todo eso concentrado en dos que se escapan y qué más da por qué, en dos que aparecen en un libro (¿sigues ahí, estás, me aburres, me quieres?), dos tipos sin pellejo, dos mentiras, la única verdad de nuestro corazón.
No sé si me entendiste.
Me encantó el final.
Me encanta que estéis todos ahí, vivitos por la tripa, Laura desertora y un hombre que nunca lo supo.
Yo ando por este otro lado, que aunque la vida de ahora traiga tantas horas podridas sin vivir, sigue siendo el mismo, el vuestro.
Y os quiero.
[Lara]



Laura!
Se acabó la cuarentena. Mi casa volvió a las ventanas abiertas, habitaciones llenas... No vino Carmen Maura, perdimos el concurso y yo decidí huir. Dejé la ciudad y el espejo de "ay vida mía mi buena compañía". Me fui y me rodeé de agua. Ahora he vuelto y hace calor. Alguien me dijo que buscaba un farero y recordé que me había olvidado de tu amnésico. Pensé que probablemente él también se habría olvidado de mi, o de ti, ya no sé quién es quien. Así que sabes??? Cuando olvidas es mejor no recordar, dejémosle que siga en tu sofa preparándote empanada e imáginandose una vida contigo que nunca existió. En realidad nunca sabemos hasta que punto nuestros recuerdos son reales o son sólo parte de nuestro mundo de fantasía. Sabes? Yo creo que un día conocí al narrador de tu historia, o al escritor de la novela en la que el narrador contaba tu historia. Compartimos sierra, y pedriza, y café, y galletas italianas de princesa con perlas de caramelo. La niña más lista del mundo, un papa americano, una brasileña, un indio, una novia italiana. Me habló de su libro, de que el mercado literario se centra en cuatro libros de moda, de que es dificil salir adelante. Me apunté el título, me lo compré, me lo leí. Estuvo guay, me lo imaginaba escribiendo cada palabra que yo leía. Esa curiosa relación lector escritor que siempre me ha vuelto loca. Tú estabas en la historia, ya había triángulo. Entonces te escribí y se mezclaron las historias. No me inventé nada, sólo conté mis días a mi manera.
Me ha gustado formar parte de tu historia pero creo que ya es hora de que sea sólo tuya.
Ha sido un placer Laura
Sólo una cosa más, si ves al escritor dile que me encantó su libro, que me lo pasé muy bien con todo esto. Igual le veo yo antes, entonces se lo diré yo...
Besos de verano, por fín
Cris


Hola, Cristina:
Yo también pensé que vos te habías aburrido, o que te habías piantado, que la cabeza te había dado vuelta... No sé por qué sabía que habías cambiado de aires, que te hacía falta.
En realidad, como en el tango, todo yira. También yo estuve a punto de cambiar de aires: quise dejar el programa de radio, mi cordón umbilical con el mundo, pero me di cuenta de que ese programa nocturno, como el que hacía en Sevilla, es tal vez lo que más me llena, lo que más me da, lo que más necesito. Igual es todo complicado. Recién empecé a juntar las pistas que vos me dabas.
En este tiempo de cuarentena pasaron muchas cosas, además de tu olvido (desgraciadamente yo no puedo olvidarme del tipo amnésico: está en mi casa, ocupando los espacios y los tiempos que, hasta que a ese tipo le dio por escribir la novela, eran sólo míos). Yo preferiría no despedirme de vos.
Prometo contarte lo que vaya descubriendo... (vos no tenés por qué escribirme)
Beso.
Laura.



Lara...
Lo primero que pensé cuando recibí tu email fue que nuestros nombres son muy parecidos, que yo misma podría ser vos si de pronto algún día me faltaran más cosas de las que me faltan... La u, el espacio y el tiempo necesarios, todo lo que perdí...
Leí tu email varias veces, de hecho (te lo digo ahora aunque no te pedí permiso) se lo reenvié al autor, porque creí entender que ustedes dos se conocían.
Por la noche lo leí de vuelta, y entonces empecé a sospechar que tal vez vos y yo también habíamos compartido algo más que las páginas de una novela (que el autor no se dignó a mandarme): se me pasó por la cabeza que tal vez vos estuviste en la fiesta donde él y yo nos conocimos, en una terraza de la Alameda, una noche de verano, o que alguna vez también escuchaste el programa de radio, o tal vez que el autor te habló de mí, alguna noche, en el blue moon del que también me habló y donde jamás me llevó.
Después de leerlo varias veces creo que vos y yo nos conocemos: la pista definitiva fue ese (yo sí sé a quién le escribo).
No sé si sabés que después de la llamada telefónica, el tipo de la segunda (o primera) parte y yo nos encontramos. Se quedó a dormir en mi casa. El problema es que sigue en mi casa. Sigue amnésico, no recuerda nada de mí, de nosotros, porque en realidad no nos conocíamos hasta que al pelotudo del narrador hizo que nos diéramos de bruces en las páginas de la novela (el narrador será amigo tuyo, pero a mí me parece un pelotudo: entre él y yo no pasó nada, pero él escribe 270 páginas a partir de algo que ni siquiera pasó... en fin... Cada noche, cuando regreso del programa de radio me encuentro con tipos mucho más bizarros, tenés razón)... El problema es que él llegó hasta mí por el libro que meses antes yo le había regalado al protagonista de la primera (o segunda) parte. Me dijo que lo había encontrado en el suelo de un taxi de Bogotá, pero que más allá no recuerda nada, y yo quiero saber qué pasó, por eso desde hace unos meses estoy buscando la manera de encontrar a ese taxista bogotano... pero es difícil buscar pistas en alguien que perdió la memoria y quiere que vos lo salves...
El problema es que ahora mismo este tipo ocupa mi espacio y mi tiempo, el baño, mi pieza, el cuartito de estar, los platos en mi cocina están apilados de forma diferente, y cuando llego del programa de radio lo encuentro durmiendo en el sofá, con su olor, su respiración, mi televisión encendida, el plato con restos de pizza en la mesita... Quise que fuéramos a Mar del Plata, pero me dio miedo...
Lara, quisiera seguirte contando porque siento que te conozco desde hace años...
Capaz que todo sea cosa mía.
Prometo seguir escribiéndote.
Beso.
Laura.


Hola,
El gato murió por su curiosidad, y yo, curioso de mi, ansio conocer las piezas finales del puzle.
Barnet Vallespin
barnet_vallespin@hotmail.com

Hola, Barnet, soy Laura. Al hablar de “las piezas finales del puzzle” supongo que te referís a las de la historia de un libro titulado “Últimas 2 horas y 58 minutos”. Sé por otros mails que se publicó hace unos meses en España. Yo vivo en Baires, donde no publicaron el libro, y tengo ganas de leerlo. Conozco sin embargo al tipo que lo escribió. Te juro que no nos vimos más de cinco veces en nuestra vida. Creo que estuvo en Buenos Aires para escribirlo, y lo sé porque me mandó un mail donde me decía que llegaría, pero nunca me llamó –yo le pedí que cancelara el pasaje. Una noche, en cambio, recibí una llamada de un tipo muy bizarro, que decía haber encontrado un libro de Raúl Gómez Jattín titulado “Casi Obsceno”. Esto sucedió tal cual, pero me pasó a mí, y yo estaba sola, por eso me sorprende que el tipo lo escribiera. Yo conocía ese libro, porque yo misma se lo había regalado a un tipo gringo con el que estuve en Bogotá, meses antes de conocer al autor del libro. Hacía meses que esperaba noticias suyas. Me sorprendió aquella llamada en mitad de la noche, sentí miedo, miedo por la llamada, por quien estaba al otro lado, porque si al gringo le había sucedido algo malo. Fue por eso que le dije que sí, que nos veamos.
Ahora, Barnet, tengo que dejarte, pero mañana prometo contarte lo demás.
Laura.


Laura:
No me puedes dejar asi!!, no se que pasa en la historia
Un saludo
Juan
bluedemon@gmail.com


Hola, Juan.
Soy Laura. Te referís a “Últimas 2 horas y 58 minutos”, ¿no? Hace unos meses comenzaron a llegarme mails de gente que lo había leído. Así supe que alguien había escrito un libro en el que hablaba de mí. Yo quisiera leerlo pero no está publicado en Buenos Aires. Conozco al tipo que lo escribió. También sé cuándo lo hizo y que estuvo en Buenos Aires para hacerlo, aunque no nos vimos. Al principio me molestó que alguien escriba mi vida, convertirme en personaje, que cualquiera sepa lo que me sucede, que hago un programa de radio nocturno, que en Bogotá estuve enamorada de un tipo de quien estuve esperando noticias durante meses. Luego me inquietó saber por los mails de la gente que el tipo que escribió el libro sabía que hace unos meses recibí una llamada de madrugada en la que un tipo, al otro lado, me decía que había encontrado un libro de Raúl Gómez Jattín en el suelo de un taxi. No era posible, porque yo estaba completamente sola, en mi casa. No había nadie más, y mucho menos él. Cuando recibí la llamada sentí miedo, o miedos, no sabría decirte. El tipo del otro lado insistía en que nos veamos. Yo no podía hacer otra cosa que vencer el miedo y decirle que sí, que nos veamos esa misma noche.
Ahora tenés que perdonarme, Juan, pero tengo que irme. Alguien me espera. La historia no terminó cuando vos cerraste el libro. Prometo seguir contándote más adelante.
Un beso.
Laura.


Hola Laura
Mi nombre es Andreu, soy un chico de 22 años y vivo en Barcelona. No me conoces, pero vos y yo tenemos que vernos. Te mando este e-mail porque llegó a mi un libro donde aparecen dos historias que tienen relación contigo. Hasta pronto.
Andreu.
andreu_llabina@hotmail.com

Hola, Andreu. Soy Laura.
Supongo que te referís a “Últimas 2 horas y 58 minutos”. Sé por otros mails que en ese libro se habla de mí. Quisiera leerlo, pero vivo en Buenos Aires, y acá no se publicó. Es extraño que alguien cuente tu vida y de pronto sea pública. Yo conozco al tipo que escribió el libro, y sé que estuvo por acá para escribirlo, aunque yo no quise verlo, y él tampoco insistió. Lo que me sorprende es que lo que se cuenta en él es verdad: que un tipo me llamó de madrugada para decirme que había encontrado un libro titulado “Casi Obsceno” en el suelo de un taxi. Ese libro se lo había regalado meses atrás a un tipo con el que estuve en Bogotá y de quien esperaba noticias desde hacía mucho tiempo. Todo eso es cierto, y en cierto modo me molesta que alguien se crea con el derecho de hacerlo público sin ni siquiera conocerme de verdad. Me molesta pero también me intriga. Cuando recibí aquella llamada sentí miedo, miedo por no saber quién llamaba, qué quería verdaderamente, por qué tenía en sus manos aquel libro, por si no era verdad que lo había encontrado en el suelo de un taxi o por si le había sucedido algo malo a la persona a quien yo esperaba noticias desde hacía tanto tiempo. Tenía miedo, pero precisamente por eso tenía que saber qué había sucedido. Por eso le dije al tipo del otro lado del teléfono que sí, que nos veamos.
Ahora tengo que irme. El libro terminó, pero yo sigo en esta historia. Prometo contarte más. Desgraciadamente, vos vivís en Barcelona y yo vivo en Buenos Aires, mientras esto siga siendo así es imposible que vos y yo nos encontremos.
Te saludo.
Laura.


Hola,
Tienes razón, un mar nos separa, será un poco difícil vernos. De todas formas quisiera pedirte una cosa. Me gustaría escuchar tu voz, podrías mandarme un archivo sonoro con alguno de tus programas?
Andreu

Hola, Andreu.
Perdoná por la demora en responderte. Veré lo que puedo hacer para conseguir el archivo sonoro de algún programa. No te prometo nada. Sí te prometí que te escribiría. En mi mail de repuesta te contaba, creo, que le dije al tipo del otro lado del teléfono que nos veamos. Le indiqué la dirección hasta San Telmo. No sé si conocés Buenos Aires. Quedamos en vernos en un boliche entre Estados Unidos y Brasil. Llegó. Su aspecto no me causó muy buena impresión. Por un momento creí haberlo visto en alguna otra parte antes. Nos saludamos y me dio el libro de Jattín con mi dedicatoria. Le pregunté cómo lo había conseguido. Me respondió que recordaba que lo encontró en el suelo de un taxi, en Bogotá. Luego me dijo que sólo eso recordaba. Y me pidió ayuda. Me preguntó si él y yo nos conocíamos de algo. Y no, no nos conocíamos. La situación era paradójica porque él había recurrido a mí para recobrar su memoria, pero yo necesitaba recuperarlo de su amnesia, porque quería saber por qué estaba aquel libro en el suelo de aquel taxi en Bogotá. Nos tomamos una cerveza y le dije que podía quedarse en mi casa, si quería.
Pasó poco más de un mes, sin ningún tipo de progresos, y entonces recibí un mail de alguien que había leído “Últimas 2 horas y 58 minutos”: Cristina. Fue ella quien me contó que alguien había escrito una historia donde aparecía yo. Me sorprendió tanto que me costó creérmelo. Después de intercambiar varios mails, a ella se le ocurrió que tal vez lo mejor era buscar al taxista.
Desde entonces es lo que trato de hacer.
Pero es muy difícil, y es todo demasiado lento.
Pero... ¿por qué te estoy contando todo esto?
¿Y vos... quién sos... qué hacés en esta historia... por qué estás en esta historia?
Un beso.
Laura.


Laura:
Por lo que dices me seguiras contando como termino todo, disculpa si
me estoy inmiscuyendo en una historia privada, pero me encanto la
novela, y mas me sorprendio que me contestaras. De hecho ayer fueron
solo sonisas al abrir mi correo electronico: tu respuesta, el mensaje
de otro amigo y una invitacion a tocar. No podia ser mas perfecto.
Un saludo y gracias por responderme
"Juan Cabeza de Vaca"


Hola, Juan.
Perdoná por la demora. El otro día tenía que marcharme. Creo que te estaba contando que quedé en vernos con el tipo del otro lado de la línea. Le indiqué cómo llegar a San Telmo. No sé si conocés Buenos Aires. Nos encontramos en un boliche entre Estados Unidos y Brasil, cerca de plaza Dorrego. Lo esperé varias horas. No me gustó mucho su aspecto cuando lo vi llegar, pero había algo en él que me resultaba familiar, como si lo hubiese visto en alguna otra parte. Nos saludamos y me dio el libro de Raúl Gómez Jattín, con mi dedicatoria. Yo le pregunté cómo había llegado hasta él. Me respondió que lo había encontrado en el suelo de un taxi, en Bogotá, segundos antes de sufrir un accidente. No recordaba nada más. Luego me preguntó si nos conocíamos, si él tenía algo que ver con ese libro. Yo le repondí que no. La situación era paradójica: él había venido a mí para que yo le dijese quién era, pero yo tenía que salvarlo de su amnesia para saber por qué estaba aquel libro en el suelo de un taxi de Bogotá. Le pregunté si quería quedarse en mi casa. Pasó poco más de un mes, sin grandes progresos en lo que a su memoria se refiere. Fue entonces cuando recibí el email de alguien que había leído “Últimas 2 horas y 58 minutos”: Cristina. Fue ella quien primero me habló de ese libro, quien me contó que aparecía yo y me preguntó si de verdad la historia continuaba. Me costó creérmelo. De hecho sólo me lo creí cuando empezaron a llegar mails de más gente. Me parecía muy bizarro que alguien dé el email de otra persona en un libro publicado para que lo lea cualquiera. Después de intercambiar varios mails con Cristina, ella me dijo que lo mejor era tratar de encontrar al taxista.
Eso es lo que trato de hacer desde entonces.
Pero todo es muy lento, y tampoco es fácil, porque el tipo que encontró el libro en el suelo del taxi sigue viviendo en mi casa. Yo trabajo en la radio, de noche, creo que lo sabés por el libro (es tan extraño escribirle a alguien que conoce tu vida porque la leyó en un libro... en fin)...
Pero... ¿vos quién sos? ¿Qué hacés acá? ¿Cómo viniste a parar a esta historia?
Gracias también a vos por escribirme.
Un beso.
Laura.


Hola de nuevo.
Espero (im)paciente conocer como tomaste parte en esta historia.
Un saludo.
Barnet

Hola, Barnet.
Perdoná la demora.
En realidad, más que formar parte de la historia, me vi envuelta en la historia desde el momento en que el tipo que escribió “Últimas 2 horas y 58 minutos” decidió escribir mi email en el libro.
Creo que en mi mail anterior terminé contándote que había quedado en encontrarme con el tipo del otro lado del teléfono. Le indiqué cómo llegar a San Telmo. No sé si conocés Buenos Aires. Nos encontramos en un boliche entre Estados Unidos y Brasil, cerca de plaza Dorrego. Lo esperé varias horas. No me gustó mucho su aspecto cuando lo vi llegar, pero había algo en él que me resultaba familiar, como si lo hubiese visto en alguna otra parte. Nos saludamos y me dio el libro de Raúl Gómez Jattín, con mi dedicatoria. Yo le pregunté cómo había llegado hasta él. Me respondió que lo había encontrado en el suelo de un taxi, en Bogotá, segundos antes de sufrir un accidente. No recordaba nada más. Luego me preguntó si nos conocíamos, si él tenía algo que ver con ese libro. Yo le repondí que no. La situación era paradójica: él quería recuperar la memoria y pensaba que yo podía hacer que la recupere, pero yo tenía que salvarlo de su amnesia para saber por qué estaba aquel libro en el suelo de un taxi de Bogotá. Le pregunté si quería quedarse en mi casa. Pasó poco más de un mes, sin grandes progresos en lo que a su memoria se refiere. Fue entonces cuando recibí el email de alguien que había leído “Últimas 2 horas y 58 minutos”: Cristina. Fue ella quien primero me habló de ese libro, quien me contó que aparecía yo y me preguntó si de verdad la historia continuaba. Me costó creérmelo. De hecho sólo me lo creí cuando empezaron a llegar mails de más gente. Me parecía muy bizarro que alguien dé el email de otra persona en un libro publicado para que lo lea cualquiera. Después de intercambiar varios mails con Cristina, ella me dijo que lo mejor era tratar de encontrar al taxista.
Eso es lo que trato de hacer desde entonces.
Pero todo es muy lento, y tampoco es fácil, porque el tipo que encontró el libro en el suelo del taxi sigue viviendo en mi casa. Yo trabajo en la radio, de noche, creo que lo sabés por el libro (es tan extraño escribirle a alguien que conoce tu vida porque la leyó en un libro... en fin)...
Pero... ¿vos quién sos? ¿Qué hacés acá? ¿Cómo viniste a parar vos a esta historia?
Un beso.
Laura.

Hola Laura:
Por desgracia no conozco Buenos Aires, y no es por quedar bien
contigo, pero es una de las ciudades que quisiera conocer en mi vida,
sobre todo después de ver el video de la ciudad de la furia. De como
me entre del libro, bueno, es sencillo, me gusta leer noticias en los
periódicos por Internet, soy profesor en México, y bueno, ya también
te enteraste que soy mexicano. El caso es que estaba leyendo "El
País", y venia un articulo con este titulo: "¿Grabar un disco? No,
gracias". Desde el principio me llamo la atención y lo leí, de ahí me
entere que el autor había ganado un premio, que le gustaba la música,
etc. y bueno, quise comprarlo en alguna oportunidad que tuviese yo.

Fui a Madrid en Junio, a ver unas cosas de mi tesis, batallo con
terminarla para doctorarme, y aproveche para comprar libros de autores
españoles que no están publicados en México, y algunos discos también.
Compre vario y bueno el que nos tiene inmersos en este intercambio de
mensajes lo leí apenas y me intrigo el final y no pude resistir la
tentación de mandar un correo a la dirección. Es la primera vez que lo
hago y es porque realmente me dejo con la duda de que seguía en la
historia. Además me sorprendió mucho que el autor conozca tanto sobre
México, aunque encontré unos errores pero aun así se nota que lo
conoce mucho. No se de centro y Sudamérica si sea como la describe,
pero lo que escribió de mi país es muy bueno.

Tu programa de radio se puede escuchar por Internet? yo participaba en
uno, era la estación de la Universidad de Guadalajara, y era música
que nos gustaba poner y cada martes era un tema diferente: soul, jazz,
rock mexicano, tecno español, música de peliculas sovieticas, jpop,
etc. pero bueno, el proyecto se cancelo. Creo que ya con este correo
también te dije algunas cosas sobre mi, no se, me siento medio "nerd"
escribiendo de mi a alguien que no conozco, pero me imagino que te
sientes igual, así que no me incomoda tanto.
Un saludo y espero me sigas contando si has encontrado al taxista y
tus aventuras con este personaje desmemoriado, todo parece capitulo de
"The Twilight zone" o novela de Cortazar.
Saludos
Juan
PD, tenemos una banda de rock, igual que tengamos mejor las canciones
checas el myspace.

Hola, Juan:
tenés razón, todo esto es un poco extraño. Vos me contás cómo entraste en esta historia, y tengo la sensación de que todo es azaroso, pero hay algo en ese azar que me gusta. Como creo que te conté en mi primer mail, yo me encontré acá “a traición”: porque el tipo que escribió el libro dio mi dirección de email, no sé si como broma, como venganza, o porque pensaba de verdad que yo iba a seguirle la historia a quien quisiera conocerla. Cuando recibí el primer mail de alguien que me había conocido a través del libro no me lo podía creer. Le escribí al autor para preguntarle por qué había hecho algo así, y sus explicaciones fueron torpes, vagas, cobardes... Con el tiempo, sin embargo, me dí cuenta de que empezaba a gustarme que gente desconocida me escriba y me pregunte.
Vos me contás un azar interesante: lo de la entrevista que recién ahora yo leo en El País digital, lo del premio (no tenía ni idea de que el libro del que formo parte había recibido un premio)... En realidad el autor nunca me dijo nada de esto.
Preguntaré a mis jefes si hay alguna página de internet en la que se pueda escuchar el programa de radio, creo que sí. El problema es que, ahora mismo, mi vida es bastante caótica, porque mi querido amnésico sigue viviendo en casa. No es una situación nada fácil. Querría saber qué sucedió con el tipo con el que estuve en Bogotá, por qué el libro que yo le regalé estaba en el suelo de un taxi. Tengo miedo de que le haya pasado algo malo. No sé. Todo es complicado. Supongo que lo entendés, Juan.
Por cierto, ¿cómo se llama tu grupo? (para buscarlo en myspace) ¿En qué ciudad de México vivís? Creo que antes o después haré un viaje a México, no sé si para olvidarme de todo esto o para resolver el puzzle para siempre. Sea lo que sea, y ya que también formás parte de esta historia, como yo, te seguiré contando.
Un beso.
Laura.

Hola Laura,
hace poco que he vuelto de vacaciones, la verdad es que mi papel en esta historia aún no está escrito, pero creo que juega una importancia que ni sospechamos. Me gustan los campos de olivos, los avellanos, los viñedos y el mar. Vivo rodeado de montañas, no me gusta demasiado la gente, a mi edad ya he viajado todo lo que mi cuerpo puede aguantar, a la vuelta de cada viaje enfermaba, nada grabe, normalmente catarros. He vivido en lugares que no podrías encontrar más de una vez. He visto la muerte, el infierno, he tocado el cielo, he naufragado, he sobrevivido una avalancha, no he descubierto ningún tesoro en África ni he podido ver crecer mi descendencia. Formo parte de la historia reciente, viví una guerra, una guerra muy puta en mis carnes, quizás fueron dos, aunque yo pienso que fue la misma guerra que empezó en España y terminó en Stalingrado. Hiroshima aparte. Aún no se que papel juego en la historia, solo se que descorché unas botellas de vino con alguien que me recuerda a esto que me cuentas.

Barnet.


Hola, Barnet...
Perdoná por no poder escribirte antes. Por motivos de trabajo tuve que salir de Baires. Ya regresé.
Tenés una historia interesante, y me gustaría que, algún día, tomando mate o bebiendo un buen vino, me digas más cosas de ella. Tiempo atrás, una noche, metí tu nombre en google y había un blog escrito por alguien que tenía tu nombre, aunque no había muchas entradas. ¿Es tuyo?
Me inquieta la última frase de tu email: Aún no se que papel juego en la historia, solo se que descorché unas botellas de vino con alguien que me recuerda a esto que me cuentas.
¿Quién es ese alguien?
Un beso.
Laura.

Laura:
No me habia dado tiempo en escribirte desde el ultimo mensaje. Estuve
en la Ciudad de Mexico, fui solo un fin de semana, tenia que llevar un
par de sintetizadores a reparar y aproveche para dejar de pensar en
ciertas cosas personales que me estan afectando. Bueno, me
preguntabas que en que ciudad vivo, es Guadalajara, aunque
tecnicamente vivo en Zapopan, tu sabes como es eso, las ciudades
crecen y absorven a otras. Si te animas a venir a Mexico dimelo.
Mi banda se llama Espiritus de Gante, www.myspace.com/espiritusdegante
es basicamente un pasatiempo ya que todos los que participamos
tenemos otras actividades. Puedes ver la razon del nombre ahi mismo,
si es que te preguntas por que lo escogimos.
¿Sigues compartiendo tu espacio con tu querido amnesico? una cosa no
me queda clara, ¿todo te sucedio antes de la novela? o ¿primero se
escribio la novela y lo que pasa ahi te esta sucediendo? por que si es
la segunda opcion, todo suena como pelicula donde el personaje
descubre que existe solo porque el escritor lo quiere, muy onda
Cortazar.
Bueno, te dejo, espero que tu no tardes tanto como yo, y disculpà de
nuevo. Seguimos en contacto.
Juan


Hola, Juan...
El programa de radio me llevó a Rosario bastantes días, por eso no pude escribirte antes. Sólo me quedaré en Baires tres o cuatro días, porque regreso a Rosario. Perdoname vos por no escribirte antes.
Recién ahora estoy escuchando la canción SubUrban, de Espíritus de Gante. Supongo que de entre los miembros del grupo vos serás el Profesor J.A., ¿no?
El estilo me recuerda un poco a Zappa, lejanamente, y un poco a Plastilina Mosh, creo que también lejanamente.
Creo que a vos también te gustan las casualidades, pues ahí va una: mirando la página de myspace, acabo de ver que tenés entre un enlace de Gogol Bordello, pues bien, cuando viví en Sevilla, y conocí al tipo que escribió el libro por el que vos y yo nos conocemos, hubo una actuación de Gogol Bordello en La Alameda, que era el barrio donde yo vivía. Me fascinaron en vivo, pero nunca supe como se llamaban, ni él tampoco. Pues resulta que hace cinco o seis meses, el autor del libro me escribió un mail para decirme que el chico que está con la hermana de su chica, que lo fue a visitar a Madrid, le regaló exactamente el disco que ustedes tienen en la página. Supo que era el mismo grupo que habíamos visto juntos por la foto de una tipa con rostro oriental que aparece en el interior del disco.
Es una casualidad. En fin.
Ahora tengo que dejarte, cuando regrese de Rosario prometo escribirte.
Beso.
Laura.

Querida Laura,
Pues si, entró en mi blog, aunque la falta de tiempo y la pereza impidieron que siguiera con mi propósito inicial de colgar mis pensamientos frecuentemente. Lo cerré con la muerte de mi buen amigo Gregorio. Respecto a la pregunta que me formula tengo que decirle que le contestaré, pero es una historia compleja y tengo que aclarar mis ideas antes de poder contarla con la máxima claridad para poder ser lo más riguroso posible.
Muy cordialmente,
Barnet Vallespin

Hola Laura,
Por largo tiempo intenté responder a la pregunta que me formulaste, pero cada vez me topaba con una respuesta que más que una respuesta parecía una mala novela policíaca. Así pues, intentaré responder lo más rápida y brevemente posible; el chico que conocí se llamaba Juan, trabajaba para un periódico local, era joven. Nos conocimos en el Ayuntamiento de Riudoms, se interesó por mi, lo invité a comer un par o tres de veces a mi casa. Jamás entendí como una persona que pasó por la universidad hubiese leído tan poco. Pero supongo que los tiempos cambian, y ahora la gente no aprecia ni la calma ni la intimidad que a uno le da la lectura. Espero que seas tu quien me pregunte, ya que si soy yo quien tengo que contar las cosas puedo divagar fácilmente sin aportar nada de tu interés.
Un abrazo y hasta pronto
Barnet Vallespin




Hola, Barnet:
Perdoname por el mucho tiempo que pasó entre mi respuesta anterior y ésta. Me pasaron cosas. Sucedieron cosas que se fueron entrelazando con el tiempo que fue pasando. Algunas tuvieron que ver con la historia que leíste en el libro, pero otras no.
Afortunadamente, el invierno va quedando atrás, y Buenos Aires empieza a volverse cálida, el cielo tiene ese aire límpido y claro de cuando se abren las ventanas de una casa que estuvo mucho años cerrada, y eso me gusta.
Me gustan más las noches porteñas ahora que hace dos o tres meses. Me gusta regresar a casa del programa de radio, y encontrarme todavía gente en los boliches que están a punto de cerrar.
Es curioso. Sin conocer tu historia, encontré, en la librería Gandhi, uno de mis rincones de Baires/Calle Corrientes, un libro titulado Llámame Brooklyn, de Eduardo Lago. No sé si lo leíste. Está editado por Destino, creo que allá ganó el Premio Nadal hace unos años. Te decía que, no sé por qué, sin conocer tu historia y por lo que leí en tu blog en construcción, me hizo pensar en vos. No sé si leíste el libro, ni tampoco sé por qué pensé en vos cuando lo leí, pero te lo recomiendo.
Por el último email que me escribiste, creo que intuyo que entre vos y Juan hubo una relación: los adjetivos que me vienen a la mente son variados, pero quizás, los primeros que creí sentir palpitar bajo las palabras de tu email son relación imposible, apasionada, borrascosa, sentimental, erótica, extraña, difícil, intuyo que, como me pasó a mí, había cosas que cobraban una importancia desmedida e imposible de obviar: la edad de ambos, los mundos de ambos, la vida de ambos, el pasado y el futuro de ambos.
Me dijiste que Juan leía poco, y eso es algo que a vos te costaba entender...
Ahora también intuyo que el libro que editaron hace unos meses en España, donde aparece parte de mi historia, tuvo cierta importancia en la relación que ustedes mantuvieron. ¿Es así? La verdad es que eso me daría cierto vértigo...
Pero me gustaría que me sigas contando.
Ahora tengo que vestirme (hoy hay una fiesta en la sede de la radio)
Beso.
Laura.


Hola Laura o quien quiera que seas!
Me imagino que ni existes, ni esta dirección de correo estará operativa, pero por si acaso te escribo estas dos líneas para decirte que la novela de tu amigo(?) Miguel Ángel Naya, me ha gustado mucho y segundo, preguntarte que ilumines los puntos oscuros de la misma....
Un abrazo,
senyor m.
pd: Acabo de descubrir el blog del autor, espero que en pueda encontrar alguna respuesta....
elsenyorm@gmail.com


Hola, Senyor M.
Sí, soy Laura, la protagonista del libro. La dirección de mail lleva a mí, porque así lo escribió el autor al final de una de las partes del libro (todavía no me lo mandó, y en Buenos Aires no se puede encontrar). Igual un día abro un blog para seguir contando esta historia, no lo sé.
La verdad es que existo, vivo en Buenos Aires y tengo un programa de radio. Todavía no sé si Miguel Ángel Maya dio mi dirección como venganza o como homenaje. Es cierto que lo conocí en Sevilla y que hace más de un año un tipo me llamó de madrugada porque había encontrado un libro en el suelo de un taxi. Todo eso es rigurosamente cierto.
No sé, igual, adónde quería llevar él la historia. Preguntame todo lo que quieras saber. Igual, el tipo hace tiempo que lo perdí de vista.
Un abrazo.
Laura.


elisa.lee79@gmail.com
Hola Laura,
ha caído en mis manos un libro que habla de ti... Un narrador omnisciente que está enamorado de ti hasta los tuétanos ha escrito sobre ti. Y lo último que sé de él es que iba a ir a verte a Buenos Aires. Me ha dicho que no se lo ibas a perdonar jamás, pero me ha dado tu e-mail por si quieres contarme el resto de la historia... ¿Qué pasó tras la llamada del extraño que había encontrado un libro (Casi obsceno) con tu número de teléfono en el suelo de un taxi?
Un saludo,
Elisa.



Hola, Elisa:
¿Cómo comenzar? Sé de qué libro me hablás, se publicó en España hace un año. Por fin pude leerlo (recién Miguel Ángel me lo envió a Buenos Aires, porque acá no se encontraba). No sé si el autor quiso vengarse de mí al escribir el email al final del libro, pero tampoco tenía motivos para esa venganza, porque, como él mismo escribió en el libro, apenas nos conocimos durante. Al principio sí me enojé con él, porque este es mi email personal, y no tenía derecho a darlo. Cuando le pedí explicaciones ya era demasiado tarde. Lo cierto es que ahora, que ha pasado el tiempo y otras personas me escribieron preguntando por lo que pasaba después, no me importa.
Lo que se cuenta en el libro es cierto: hace ahora casi dos años recibí una llamada de un tipo que decía que había encontrado un libro en el suelo de un taxi, en Bogotá. No me lo creí del todo: yo trabajo en un programa de radio nocturno y no sabés cuántos tarados hay que te quieren conocer, que se piantan conmigo porque digo algo que les cambia la vida o qué se yo.El autor del libro fue uno de ellos. Menos mal que, al final, resultó inofensivo.
Cuando me dijo qué libro era y lo que había en la dedicatoria supe que era el libro que me había regalado un tipo con el que mantuve una relación en Bogotá, el protagonista de la primera parte del libro (yo no sabía nada de su pasado, pero estoy convencida de que tiene poco que ver con lo que se cuenta en el libro). Tenía miedo pero le expliqué cómo llegar a San Telmo, que es donde vivo. Sólo entonces, como se cuenta en el libro, incluso antes de leerlo, me di cuenta de que el tipo ni siquiera sabía quién era. Llamé al autor para preguntarle y el tipo se quedó en mi casa durante este tiempo. Yo quería hacerle recuperar la memoria para que sepa, al menos, decirme cuándo y cómo encontró el libro en el taxi (también tengo mis dudas de que sea cómo se dice en el libro). Ahora me tenés que disculpar: tengo que irme a una prueba de sonido. Prometo escribirte de vuelta para seguir contándote.
Y vos, ¿quién sos? ¿cómo llegaste a esta historia?
Abrazo.
Laura.


Hola Laura,
Gracias por contestar... Cuando escribí no sabía si realmente el e-mail era de alguien o no existía...
Yo simplemente soy una persona de 29 años, residente en España y a la que le gusta leer. Ojeando en una librería me encontré con el libro de "Últimas 2 horas y 58 minutos"... Me llamó suficientemente la atención como para que me lo comprase y así lo hice... Al terminar de leerlo me quedé con la intriga de qué pasaba a continuación y, como el escritor puso tu correo electrónico probé suerte para ver qué pasaba... La verdad es que pensaba que era una dirección de correo que el escritor se había inventado para que la gente que leyese su libro le escribiese... Pero me he encontrato con tu contestación y estoy bastante sorprendida... ¿Realmente existes?
Cuando el escritor del libro fue a Buenos Aires, ¿estuviste con él? ¿llegó a visitarte? ¿De dónde ha sacado todas esas historias de ambos personajes? Según él, mucho de lo que escribe lo hace porque tú se lo contaste... ¿Qué hay de cierto en todo lo que escribe en el libro? ¿Qué tipo de relación tenéis? ¿Mantenéis el contacto? Tras la llamada de teléfono, ¿cuánto tiempo transcurrió hasta que escribió el libro?
El tipo de la llamada, ¿recuperó la memoria? ¿Qué pasó con él? ¿Y con el personaje de Bogotá? ¿Jamás volvió junto con su familia? El libro se editó en 2008, ¡y el atentado del 11S fue en 2001!
Sigo sin estar segura de si eres real o eres alguien haciéndose pasar por Laura Mascherano... De todos modos, estoy gratamente sorprendida, tanto con el libro, como con tu correo... Sólo que todo está tan... tan en el aire, como tu programa de radio, supongo...
Un abrazo,
Elisa.

Hola, Elisa:
perdoname de vuelta por el retraso en escribirte, pero tengo mucho laburo y no siempre miro el mail. En cuanto a tu desconcertada pregunta sobre si existo, tengo que responderte que sí. Yo leí la novela en febrero, cuando un amigo viajó a Madrid y me la compró. Cuando se publicó en España y empezaron a llegarme mails de gente que me pedía que le cuente el resto de la historia busqué en Google y entonces lo comprendí todo. Como te dije en el mail anterior, el autor puso mi dirección electrónica, no sé si como un juego o por venganza. Al principio pensé que fue esto último. Ahora creo que fue más bien un juego, pero me costó asumirlo, porque sentí que estaba escribiendo sobre una intimidad de ficción. No sé cómo explicarlo.
El autor, Miguel Ángel Maya, conoce Buenos Aires porque pasó algunas temporadas por acá, pero él y yo nos conocimos en Sevilla. Todo lo que se cuenta en la novela sobre la fiesta en la que nos conocimos es rigurosamente cierto. Él vivía allí y yo había ido a sustituir a un tipo que hacía un programa de Funky durante un verano de allá (invierno de acá). Cuando me oyó hablar me dijo que estaba colgado con mi programa y que le gustaba mucho y que bla bla bla. Sólo ahora, cuando leí la novela, supe que estaba TAN enamorado de mí. Sabía que le gustaba, pero no sabía que le gustaba tanto. Es todo muy bizarro porque me metió en medio de una historia suya, que él quiso escribir, y de pronto me vi dentro de ella.
No sé si te pasó alguna vez, pero es estraño ver el mail que vos mandaste a un amigo en una página de la novela.
Cuando lo conocí (en Sevilla) hacía unos meses que había regresado de Bogotá (donde hice unas prácticas en Radio Caracol), donde conocí al tipo de la primera parte de la novela. Yo estaba enamorada, pero enamorada, piantada fuerte con ese tipo, pero hacía meses que no tenía noticias de él.
Nos hicimos amigos y le conté la historia que luego él usó en el libro. Nunca pasó nada entre nosotros salvo unos cuantos besos en momentos muy concretos, al principio, y un par de veces que nos acostamos poco antes de que yo regrese. No te voy a negar que, sobre todo durante las últimas semanas antes de dejar Sevilla, sí sentí que había algo más entre él y yo, pero igual yo regresaba a Baires y, bueno, no quería tampoco ilusionarme ni tampoco él me gustaba tanto.
Después regresé, y seguimos escribiéndonos.
Cuando me mandó el mail diciendo que venía a verme a Baires me sentí un poco, cómo decir, angustiada, y la noche que él llegó fue cuando recibí la llamada del tipo que él llama “el desertor” diciéndome que había encontrado el libro en el taxi de Bogotá.
Como yo le dije que no venga, no llegamos a vernos, pero también cuando leí el libro supe que me había seguido, aunque me costó distinguir qué había de realidad y qué había de ficción en lo que contaba.
Me encontré con el tipo del libro esa misma noche, en el boliche que se cuenta en la novela, entre Estados Unidos y Brasil, en San Telmo. Me dio el libro y me contó todo. Efectivamente había perdido la memoria en el accidente. Era un tipo raro, flaco, con barba, que parecía un home-less. Sí recordaba cosas, y sí, había desertado del ejército israelí y no podía volver.
Durante el tiempo que se quedó acá en mi casa traté, por un lado, de saber qué había pasado con mi ex, el norteamericano de la primera parte, en Bogotá, porque no había ni rastro de él salvo ese libro, lo cuál me hacía pensar en lo peor.
Por otro lado, traté de hacer que recupere la memoria, saber el kibutz donde vivía para contactar al menos con su familia, pero no, no podía volver a Israel porque se enfrenta a casi tres años de cana por desercción.
Ahora que releo el mail, me puse a hablar y a hablar y no sé si te interesa todo lo que acabo de contarte... jajaja.
Te mando un abrazo por ahora.
Laura.

P.D. Ha habido más correspondencia, lo sé, pero, o bien no merecía la pena, o bien Laura no quiso mandármela (o habría tenido que decir: o bi
en, Laura, no quisiste mandármela)